A todos nos ha dado miedo enfrentarnos a una hoja en blanco, cuando hemos hecho alguna redacción para el colegio, cuando hemos querido fabricar un regalo para nuestros padres, cuando queríamos pintar cuadros, o, en mi caso, al diseñar una casa. A todos nos ha bastado un pequeño empujoncito para darnos la confianza suficiente y seguir nosotros solos. Incluso a nosotros nos pasó lo mismo con la tienda, la idea estaba, bastaba que alguien nos dijera: “puede ser posible”.
El libro trata sobre ésto. Imposible no sentirse identificado en algún momento de nuestra vida.
Sobre la inspiración para este libro, el autor señala: “Visito clases a menudo y pregunto a quién le gusta dibujar. En parvulario todos alzan la mano. Después, a medida que voy preguntando en los cursos superiores, el número de manos en alto va disminuyendo hasta que, finalmente, ninguno alza la mano o apuntan al “artista de la clase”. Es triste ver como la energía artística y creativa va decreciendo, va desapareciendo. Estoy convencido de que es porque los niños aprenden que hay “reglas” que seguir. Pero cuando se trata de expresarte, puedes inventar tus propias reglas. Las puedes cambiar, estirar; las puedes ignorar y lanzarte a lo desconocido”.
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